jueves, 2 de diciembre de 2010

¡FUERA!

Cosechas lo que siembras…aquel puto dicho en estos momentos no podía ser más adecuado y certero y mientras Mookyul pensaba eso sus ojos se adueñaban del ambiente en el que ambos seres se encontraban. El coreano lo sabía, sí….lo sabía mas no podía aceptarlo abiertamente, en aquella habitación había un número alarmante de personas y sólo una acaparaba su atención, mas sus acciones no mostraban el torbellino de sensaciones que por dentro carcomía su alma, su vientre y su insensibilidad.

Entre cosa y cosa recordó las palabras anteriores del peliverde quién desechaba y apuñalaba salvajemente el orgullo de un Mookyul consternado con la facilidad que tenía el ajeno para revolverle el estómago. Apretó los dientes al momento de ver cómo el japones destrozaba sus recuerdos en unos simples pedazos que cayeron al suelo suavemente, la cabeza del coreano cayó mostrando el shock en sus ojos fríos que se extendían abiertamente mostrando un vacio alarmante, la voz del peliverde ya no era escuchada, ni sus pasos ni sus ordenes altaneras para que abandonaran una habitación que el mismo abandonó, ahora la mente del coreano yacía perpleja ante los papeles destrozados sobre un frío suelo que le recordaba que en un año podía ser desechado hasta el último recuerdo.

-Jefe…- Ewon estiró la mano para colocarla sobre la espalda de Mookyul que continuaba con la cabeza gacha, mas su mano fue corrida por un manotazo brusco que dejaba un color rojizo como recuerdo, Mookyul se llevó la mano hacia el rostro para hacer el mismo puto hechizo que hacía cada día, mas no funcionó, su expresión frustrada, adolorida, demacrada no desaparecía, el coreano que luchó durante un año y medio por olvidar al bastardo que le robó el alma no era capas de fingir después de lo sucedido.

-No me toques…- Mookyul salió de la habitación rápidamente mientras se arrepentía por primera vez de haber cortado sus cabellos, ya no había hebra que pudiera tapar su expresión de debilidad. Ewon miró al coreano quién salió prácticamente huyendo del lugar y desvió su vista hacia el joven que yacía sentado con las piernas abiertas, aquel hombre de cabello negro al parecer tenía algo con aquel cantante que había abandonado el camarín para interpretar el perfecto papel de dios todo lujurioso.

-No deberías estar tan contento- Aconsejó mientras observaba la expresión de felicidad del joven que no estaba nisiquiera en sus 18 años de vida. – Esos dos…se matarán antes de olvidarse el uno del otro- Ewon le dio la espalda para salir del camarín al escuchar la voz del manager quién invitaba educadamente a irse al diablo pero antes de salir agregó – Me pregunto quién sufre más…-Desvió el rostro hacia el marco de la puerta –El que lucha por olvidar o el sustituto-

-Eun, ¿estás bien?- Después de arrancar como soldado cobarde se sentó en el asiento más alejado del camarín de la banda, Jun se acercó al ver llegar al jefe de aquella manera tan débil, tan humana y se sentó a su lado después de generar la pregunta, Mookyul no contestó y apoyó todo el peso de su cuerpo sobre el brazo que descansaba en el respaldo del sillón. Su mente repetía una y otra vez la escena de aquel mocoso tocando lascivamente lo que alguna vez el coreano tocó –Detente…- se llevó la mano al rostro mientras la escena se volvía a repetir una vez más –Detente…- volvió a susurrar para llevarse la otra mano hacia el rostro tapándolo por completo –¡¡DETENTE!!- gritó con fuerza mientras sentía por primera vez que deseaba borrar su dolor con una puta droga.

-El acto de Sakuma-san acaba de empezar, deben salir- Por la puerta entró un coordinador que afortunadamente no escuchó nada por el ruido que había afuera, los integrantes del grupo asintieron para volver a callarse tratando de que Mookyul volviera a su estado normal, mas no lo conseguía. El manager se acercó sentándose sobre el coreano quién dejó caer sus brazos en señal de cansancio, la única manera de revivir a un demonio adicto al sexo era calentándolo.

El hombre retiró de su rostro los lentes y se colocó un poleron que tapaba su cabeza para después abrazar al coreano quién no reaccionaba.

-Mooky…pooh- Susurró el manager quién corría la parte del cuello del poleron hacia un lado para dejar su dermis al descubierto, mas no su rostro, Mookyul reaccionó levemente al susurro y miró al manager que sonreía de una manera lasciva – Bo go ship da…-

Mookyul tomó el cuerpo del manager para apretarlo contra sí fuertemente, sus labios se sellaron contra los ajenos mientras su mano derecha se aferraba a la capucha del poleron para que no pudiera correr la cabeza, su brazo izquierdo aprisionó la cintura mientras la lengua del coreano ahogaba al ajeno quién trataba de respirar, mas había olvidado que aquel hombre en su estado de “vacio” sólo se detenía hasta el momento de manchar el recuerdo del japonés.

-Eun, es hora de irnos- Jun se levantó del sillón mientras los gemidos ligeros del manager desnudo a nivel del torso llenaban la habitación, Mookyul que volvió levemente a la normalidad desvió su fría mirada hacia el bastardo que interrumpía su acto con “el recuerdo”.

-Muérete, ve solo – Contestó para voltear rápidamente las posiciones dejando al manager recostado sobre el sillón. Bajó su rostro hasta las tetillas ajenas que se erizaban por el tacto del coreano y el frio que dejaba la saliva al momento de secarse, su mano yacía ocupada masturbando el miembro delicado y pequeño en comparación al propio mientras el líquido pre-seminal comenzaba a llenar la palma de su mano, el manager gimió nuevamente tapando sus ojos con la capucha para volver a susurrar –Mooky..ahhh…pooh- Fue ahí que Mookyul se detuvo limpiando su mano en la ropa del manager.

-Estás a 1000 años luz de parecerte a Ryuichi– Se levantó el coreano sonriendo con malicia mientras lavaba su mano para no tener líquidos innecesarios, el manager enfadado se sentó arreglando sus ropas y colocándose nuevamente las gafas.

-Bastardo, agradece que te calmo – Y ahí salió Lust con sus trajes negros exquisitamente diseñados que mostraban las dotes de cada uno de un modo perfecto, mas dejaban mucho a la imaginación para que las mujeres gritaran lo suficiente como para desmayarse.

Se pararon frente al escenario en el lugar vip protegido para ellos y Mookyul levantó la cabeza con una posición altanera mientras guardaba las manos en sus bolsillos y ahí se mantuvo por un momento a la espera de que el hombre que robaba su cordura saliera al escenario. Cerró los ojos al momento en que este apareció para escuchar la voz del cantante que extendía los brazos como modo de saludo a las dementes mujeres que deseaban gemir bajo su mandato, al escuchar las insinuaciones rítmicas recordó el porqué de su obsesión por aquel drogadicto y débil conejo.

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